Eduardo Vilo

pintor

Aunque desde mucho antes se tiene registro de pintores que se dedicaban a pintar sus obras en el exterior, el “boom” de trabajar in situ, se remonta a mediados del siglo XIX, los llamados plenaristas tomaban su atril, oleos y pinceles para trabajar bajo la luz natural y utilizarlo como recurso pictórico.

Es en esta experiencia de la observación y contemplación, encaja perfectamente el trabajo y obra de Eduardo Vilo, que dedicándose también al trabajo de taller y realización de otras obras más gráficas; esta vez nos muestra como el paisaje cambia según la luz, niebla,  calidez , frío y perspectiva. 

 

Su mirada es una habilidad pictórica que retrata el paisaje, naturaleza, aciertos y también el desacierto de la intervención del hombre. Eduardo se embarca en un recorrido con su mochila y materiales vitales para su hacer; acuarela noble, materia prima cómoda para el traslado, amigable con el trabajo in situ y lleva consigo agua, lápiz y su libreta donde el pigmento soluble toma forma.

Comienza así el ritual de traspasar su destreza al papel; la forma en que grafica Eduardo este panorama con su presencia y semblante tranquilo, sin apuro, buscando con confianza en estos parajes el lugar. Es importante para él, observar si hay algún elemento que haya cambiado o modificado aquel paisaje, algo distinto o algo nuevo; tomando un lápiz bosqueja la ubicación de objetos más grandes y de notorio relieve primero, segundo algún detalle como una línea tan sutil y casi imperceptible para el horizonte y lo que puede ser el mar, observamos aquello en sus obras “Roquerías en Sector El Faro “y “Atardecer en el Humedal “.

En “Estación de Trenes” , causa placer  ver en su obra, la mancha y las aguadas que nos brindan una superposición de colores, formas enmarañadas en detalle que conforman sus obras en el entendimiento del trazo y la casualidad; alejamos la mirada y estas pinceladas nos muestran el paisaje total y el detalle del acercamiento a los primeros planos con los rieles; el cemento y la vegetación,  contra los difusos detalles que se ven al fondo y  que se pierden en la lejanía y la bien lograda bruma costera. En su obra “Cementerio Inglés” sucede lo mismo, es casi imperceptible que esta obra puede dividirse en dos, en la del lado izquierdo vemos tonos fríos lo que nos indica que, Eduardo realizó el recorrido en un día distinto al otro, el “Cementerio Inglés” del lado derecho, apreciamos el color cálido de la tierra y el ambiente un día más soleado.  Una excelente ejecución de las tonalidades en distintos horarios, varían según el clima y el traspaso de esta sensación visual a su obra, es muy evidente.